Cuando existe una cantidad de horas diarias máximas determinadas para su uso, horarios para desconectarse (como al estar en familia, al estudiar o antes de dormir) y la preferencia por otras actividades offline, se verían mayores niveles de bienestar general. Por el contrario, un uso excesivo podría relacionarse con dependencia a las tecnologías, problemas emocionales y de salud.
Aunque se crea que lo que ocurre online sería menos “real” o dañino, diversos estudios han demostrado que muchos conflictos dentro del colegio o la sala serían traspasados al ciberespacio. Se ha observado que las agresiones online pueden tener un impacto mayor que las cara a cara, pero a su vez, cuando este espacio es utilizado para mejorar las relaciones interpersonales y ayudar a la resolución de conflictos, tiene un gran impacto en el bienestar individual.
Además de los conocimientos sobre la protección de la privacidad y la información en cada uno de los dispositivos, conocer los aspectos éticos y sociales involucrados en el uso de TICs llevarían a un uso de las tecnologías positivo. Así, adquirir el hábito de evaluar los riesgos y oportunidades al interactuar o crear contenido en internet y redes sociales, ayudaría a crear una vida dentro y fuera del ciberespacio más feliz y provechosa.